Miedo a las piedras


FRANCISCO J. GIRAO / Santander
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Debe ser sin duda muy duro sobrevivir en Manhattan y tener miedo de los semáforos. Imagine. Sin ayuda profesional, se puede pasar igual de mal que si sufres pavor por las luces de neón y vives en la noche hongkonesa; o cuando te desembarcan sin remisión en Perito Moreno y temes al hielo. Igual de omnipresentes que semáforos, luces y hielo, para tener miedo irracional a las piedras en el Sáhara occidental, en cambio, no hace falta estar mal de la cabeza: tan sólo haber visto explotar alguno de tus miembros cuando de niño fuiste a jugar con una de ellas... porque en realidad era una bomba de racimo.

Es el caso del pequeño Manfoud Alí. Manfoud es sólo una de las víctimas infantiles de un conflicto africano cuyo inicio fue presenciado por cada vez menos gente viva. Hace 40 años. En 1976 el Sáhara occidental se independizaba de España, que concluía así una pérdida secular de colonias por todo el mundo; pero se iniciaba otra batalla: la de Marruecos y los habitantes de ese nuevo país, que no es país, por una independencia que no es tal. Un enfrentamiento político y armado que dura demasiado y que tiene víctimas frecuentemente silenciadas e ignoradas: los niños saharauis. Esta es la historia de cuatro de ellos.

9 de marzo de 2013. Un sábado más, Manfoud, de 12 años de edad, pastorea junto a su padre cerca de Mheriz. Se alejó un poco de él, viviendo ese espíritu aventurero infantil que sólo unos pocos conservan de adultos. Lo que sucedió a continuación, no lo olvidará en la vida: "Encontré una bola un poco extraña y la cogí para verla despacio. La golpeé así, con una piedra, para ver si podía abrirla... y me explotó en las manos". Desde entonces Manfoud, que sigue viviendo y pastoreando en esos desérticos territorios del Sáhara Occidental cerca de la frontera con Mauritania, tiene miedo a las piedras.

Manfoud, unas semanas después de que le explotara la bomba de racimo
Joaquín Tornero
La historia de los territorios africanos frente a las islas Canarias es tan conocida como triste. Provincia española desde finales del siglo XIX, tras las presiones de Marruecos, Mauritania y los propios saharauis, el reino europeo la descoloniza y abandona en 1976. En esa salida de España de los territorios influyó no sólo su intenso proceso de cambio hacia la Democracia (en noviembre de 1975 moría el dictador Francisco Franco tras 40 años de mandato); también los movimientos masivos de ocupación de nativos desarmados ante los que España no reaccionó militarmente y también los dictámenes y consejos de la ONU. 

Pero entonces empezó otra lucha: la de la auto proclamada RASD (República Árabe Saharaui Democrática) y su brazo de acción armada y política, el Frente Polisario, contra el reino alauí. Lucha con épocas de muertes, conversaciones, discusiones, enfrentamientos y acusaciones varias (incluidas de violación de los Derechos Humanos) que dura 40 años. 

Se trata de un conflicto histórico con picos multilaterales (incluye entre otros a la ONU y España además de los dos principales contendientes) que cuenta con decenas de víctimas y damnificados, entre los que frecuentemente no se cuenta a los niños. Niños que deben soportar burlas de profesores y compañeros cuando repiten en clase (a la que se deben desplazar cubriendo en algunos casos decenas de kilómetros) lo que sus padres les inculcan desde que nacen: que ellos son saharauis; la ortodoxia de Rabat impone una respuesta mil veces escuchada con sus variaciones por las naciones oprimidas de todo el mundo: "¿Qué es eso? ¡Tú eres marroquí!". Niños que no tienen país ni casa fija (la mayoría vive en campamentos de desplazados). La ONU estima que son unas 100.000 personas las que viven así, allí.

Manfoud es operado
Tras esperar horas sangrando mientras su padre iba a conseguir ayuda, Manfoud fue intervenido en Argel, donde se confirmó la pérdida de cuatro dedos de la mano derecha. Y todo por una redonda bomba de racimo con la que quiso jugar cerca de su casa. Una bomba que no quería jugar; sólo destrozar.


Minas desactivadas. 
Museo militar de Tindouf. 
UN Photo/Evan Schneider

Por los territorios del Sáhara existe un número indeterminado de este tipo de artefactos y minas anti persona sin explotar de los que heroicamente se encarga la MINURSO (Mission des Nations Unies pour l'Organisation d'un Référendum au Sahara Occidental). Esa parte del Sáhara Occidental es considerada como una de las más fuertemente minadas del Mundo.

Manfoud apenas tiene mano derecha, pero sí una ventaja: una segunda lengua. Habla casi perfectamente español. Se lo debe a uno de las decenas de programas que bajo la denominación 'Vacaciones en paz', llevan a cabo cada verano ONGs de toda España. La idea (y lleva siendo realidad 40 años) es hacer que los niños saharauis olviden durante un par de meses que viven de prestado en asentamientos que no son de nadie. Se reparten por la geografía española, conviven con familias... Comen distinto, respiran distinto, ríen y juegan.

El pequeño pastor pasa los veranos en Murcia y no conoce a Sabah Sidati. Ella es otra de las niñas del Sáhara que ha tenido la suerte de participar en este programa, en su caso en el norte, en Cantabria. Y ha tenido verdaderamente mucha suerte porque, al margen de haberse distraído y aprendido español durante unos veranos, esas semanas en España le han salvado literalmente la vida.

Sabah, como muchos niños del Sáhara, no aparenta la edad que tiene. Cuenta ya 17. Es casi una mujercita, pero nadie lo diría. Su dulzura, envuelta en pizpiretos rizos y su mirada directa aunque algo cohibida ante el periodista, remite irrenunciablemente a su juventud. Hace tres años empezó a dolerle el oído. En su país sólo le recetaban tratamiento paliativo pero el problema parecía que iba a más. El verano de 2012 llegó una vez más a Cantabria, donde se disponía a pasar otro tiempo feliz. Pero un médico español, al que sus padres de adopción la llevaron sólo por precaución, iba a truncar su gesto, siquiera por un segundo, en seriedad: Sabah tenía un tumor dentro de su cabeza, en el oído derecho.

Sabah Sidati, este verano
AC
Era necesario operar cuanto antes. Así se hizo y Sabah es en la actualidad una jovencita alegre, sana y con residencia legal en España gracias a sus padres de acogida y a la mediación de la ONG 'Cantabria por el Sáhara'. Tras la biopsia de lo extirpado, los médicos determinaron que la naturaleza del tumor podría haberle permitido extenderse rápidamente por el cerebro de la niña y acabar con su vida. Las 'Vacaciones en paz' se convirtieron en 'Vacaciones por la vida'.

Mientras el viento español juega con sus rizos, uno se da rápidamente cuenta de que Sabah es una niña eminentemente alegre. Y muy inteligente. "Lo apruebo todo"-dice segura aunque humilde. -"Hago caso a lo que me dicen mis padres y mi hermano que aún viven allí: estudiar, estudiar y estudiar". Animado por la madurez y seguridad en el hablar que demuestra, el periodista sube la apuesta y le hace una pregunta de 'mayor': -"¿Cuál crees que es la solución al problema del Sáhara Occidental?" -"Hay que comunicar, informar de esta situación -responde tras pensar dos segundos-. Participar en marchas, asistir a conferencias... Hay que defender los Derechos Humanos".

El Consejo de Seguridad de la ONU renovó 
en abril de 2015 el mandato de la MINURSO.
UN Photo/Eskinder Debebe

En Nueva York se habla de ellos todos los días. El Consejo de Seguridad de la ONU, en su reunión del 29 de abril de 1991, "deseoso de lograr una solución justa y duradera de la cuestión del Sáhara Occidental", estableció la MINURSO, que tiene el objetivo último de organizar un referéndum por la independencia o no de ese país sin nacer. 

Por desgracia, lo único "duradero" hasta el momento ha sido el desacuerdo entre Marruecos y los saharauis sobre el censo y las circunstancias en las que esa consulta debe llevarse a cabo. Todo regado siempre de protestas, detenciones, muertes y bombas diseminadas como piedras en el desierto que se han llevado más de 2.500 vidas.

Efectivos de la ONU
En una permanente búsqueda del orden en los territorios, los casi 500 efectivos de la MINURSO se encargan también no obstante de mantener la paz y desactivar las minas que aún quedan por cientos en el Sáhara Occidental. En ello trabajan los 26 soldados que, en la actualidad, junto a 6 agentes de policía y 178 observadores militares colaboran in situ bajo la enseña de la ONU. Con un presupuesto anual de alrededor de 60 millones de dólares (55.990.080 para el mandato julio 2014-junio 2015) ya han tenido que lamentar en sus 25 años de historia la muerte de 5 soldados, un policía, un observador militar, 3 civiles internacionales y 5 civiles locales.



Miembros de la MINURSO cargan material en Oum Dreyga, 
Sáhara Occidental. Junio de 2010.
UN Photo/Martine Perret
Y es que mientras en Nueva York su mandato es renovado año tras año en la esperanza de avanzar hacia esa solución justa, la tarea de la MINURSO en el terreno no es precisamente fácil. Aún así, no obstante, han conseguido garantizar la erradicación de enfrentamientos abiertos y bien desactivar, bien organizar la explosión controlada de miles de minas y explosivos. 

Su área de trabajo es un territorio inhóspito, lleno de arena, piedras y 'piedras sorpresa', en el que reina uno de los llamados 'muros de la vergüenza'. El muro construido por Marruecos para separar las áreas costeras controladas por Rabat (las más ricas, con ingentes cantidades de recursos naturales) de los territorios del Polisario es la estructura de segregación más larga del mundo: 2.700 kilómetros. Casi uno por cada vida arrancada por las minas de un conflicto que deja hijos sin padres, madres sin hijos y niños sin esperanza.

Helicóptero de transporte despega hacia ecuartel general 
del Sector Norte de la MINURSO en Smara. Junio de 2003.
UN Photo/Evan Schneider
Y también niños con una mirada distinta. Es el caso de Mbarek Ljalifa, de 13 años. Otro beneficiado por el programa 'Vacaciones en paz', como casi todos los niños saharauis que conocen España no duda en establecer firme y rápido lo que más le gusta de su país de acogida: "¡La piscina!". Es una constante muy entendible cuando uno habla con los niños del desierto. Eso sí, es más rápido y siempre el primero en preguntar por la merienda o en obtener un helado de la cola.

Puede no obstante que Mbarek se diferencie en algo más trascendente de sus compañeros: primero, es del Barsa (entre los niños saharauis -y tras una rápida e informal encuesta- los seguidores del Real Madrid son legión); segundo y más importante, ve su futuro en España. Eso es diferenciador y puede que requiera más atención.

Mbarek, disfrutando de 'Vacaciones en paz', en Cantabria
AC
Mbarek quiere ser profesor. Mientras se prepara para que un grupo de niños, el día de mañana, le salude atentamente al unísono con un "¡¡Buenos días, señor Ljalifa!!", tiene claro que, de ser, será en España. Y ahí es cierto que se separa de la mayoría de sus compañeros. Inculcado como tienen por sus padres el orgullo de ser saharauis, moradores de una tierra que fue colonia española y que hoy se parte entre el reconocimiento internacional de la RASD y/o Marruecos, la mayoría de los niños agradecen ser acogidos en verano en España, pero desean volver junto a sus familias, a la tierra a la que quieren ver libre, algún día y llaman "patria". 

Que Mbarek, en cambio, se vea a sí mismo en el futuro en España puede ser un síntoma de la guerra de desgaste que mantienen marroquíes y saharauis desde hace 4 décadas. El niño, por supuesto, es totalmente ajeno a la posible trascendencia política e histórica de sus palabras y deseos, a los que tiene todo el derecho.

Mapa de los efectivos de la MINURSO en abril de 2014
La existencia de la RASD es respaldada por 80 países en el mundo pero en su mayoría de escaso peso en el teatro internacional. Al contrario, de cuando en cuando salta la polémica por tal o cual mapa del noroeste africano que representa a Marruecos sin el Sáhara Occidental (Google Maps así lo hace, por ejemplo). Parece ser un asunto éste el cartográfico y/o visual que irrita especialmente a la oficialidad marroquí.

En Rabat reside uno de los problemas de este conflicto, que incluye y afecta ya a tres generaciones. Y es que a pesar de los esfuerzos de la ONU, las presiones y amenazas de Marruecos ante amagos de concesiones a los saharauis son constantes. Y para desgracia de la paz, el reino alauí tiene mucho con qué amenazar. Desde tratados pesqueros y comerciales, al control de la droga que fluye hacia Europa; desde (un asunto importante para España) el retén migratorio de sus policías en la frontera de los enclaves españoles norteafricanos de Ceuta y Melilla, hasta el más moderno y preocupante problema del terrorismo yihadista. El último golpe encima de la mesa fue la negativa a permitir el viaje del Representante Especial de la ONU a El Aaiún, congelando a la vez la cooperación con el Enviado Especial.

La baraja de Marruecos 
Al margen de quién tenga o no razón en la base política del conflicto, la Historia deja claro que Marruecos tiene en su mano cuatro cartas de una baraja. En efecto, cada vez que, en el asunto del Sáhara, la ONU trata de avanzar en pro del referéndum, las condiciones de los refugiados o el respeto a los Derechos Humanos, Rabat, pesada y firmemente, coge una de las cartas ('rey de drogas', 'as de terrorismo', 'reina de inmigración' o 'joker de economía') y cierra la timba.

Del mismo modo, y respetando la presunción de inocencia de ambos bandos en la intrincada y recurrente red de acusaciones cruzadas, cada vez que hay altercados o manifestaciones en el Sáhara, es de conocimiento común que Marruecos es mucho más 'contundente' que la España de 1975 ante los civiles desarmados.

Por el otro lado, es igualmente cierto que la polémica surgida sobre la gestión de los paquetes de ayuda en los campamentos de refugiados denunciada por la Oficina Europea Antifraude (OLAF), no otorga precisamente credibilidad a los líderes polisarios.

Fatimet Sudani Mustafa Luali no sabe de nada de eso. A sus 9 años le basta con saber que le quedan aún muchos veranos por delante para disfrutar de la piscina en España. Antes de coger el avión hacia Europa, su madre le advirtió que obedeciese a la que sería su madre española durante unas semanas en la localidad de El Astillero. "¡Obedece a Amaya!", imita Fati (como la llaman), mientras mueve el dedo índice, como lo hiciera su madre en el Sáhara, semanas atrás.
 
'Fati', en El Astillero
AC
La madre de Fatimet sabe bien cómo se llama la mujer que acogerá y cuidará de su hija en verano. Lo sabe porque sus familias son tristes testigos de un conflicto y de su duración. Fatimet despliega en media hora de conversación algunos rasgos de carácter fuerte (incluso 'mala leche') que podría ser justificadamente aún más fuerte cuando crezca y la situación siga igual. La madre de Fati sabe bien que la mujer de España se llama Amaya, porque Amaya y su familia la acogieron a ella en 'Vacaciones en paz', cuando era una niña, hace 30 años.

Más de 30 años, casi 40, de esfuerzos internacionales. De labores de mantenimiento de cese del fuego, de reducción de tropas, de mediación y labores de desminado de la ONU. 40 años de lágrimas, sangre y miedo. Miedo hasta de las piedras. 

En la página 18, párrafo 74, de su informe al Consejo de Seguridad sobre la situación del Sáhara de 10 de abril de 2015, el Secretario General de la ONU, Ban Ki-Moon, aseguraba: “Transcurridos 40 años desde el inicio del conflicto y 8 años desde la presentación de las propuestas de las partes, no puede justificarse el mantenimiento del statu quo y la falta de participación constructiva e ingeniosa en la búsqueda de una solución”.

Y aunque todo podría seguir igual, los niños del Sáhara ya no quieren tener miedo. Prefieren un futuro.

UN Photo/Evan Schneider
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Agradecimientos: Gabriel Herrería (Cantabria por el Sáhara), Elisa Pavón, Amaya Carracedo. Fotos Mandouf: Joaquín Tornero. Fotos: archivo ONU según crédito y Ahora Cantabria. Foto cabecera: UN Photo/Martine Perret

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