Memorias de un soldado cántabro en Afganistán


AHORA CANTABRIA / Santander
Descargar para lectura offline

A finales de octubre de 2015 las últimas tropas españolas en Afganistán plegaban bártulos y bandera y volvían a casa. Han sido 13 años de servicio para tratar de construir un país mejor. Ahora Cantabria Extra ha hablado con un soldado cántabro que fue destinado en varias ocasiones a las lejanas y extremas tierras afganas en labores de pacificación y reconstrucción de un país maltratado y golpeado por la furia talibán.

Es joven. Muy joven. Y quizá su humor, que bien puede tildarse dada su edad de ‘jovialidad’, acentúa esa característica. Accede a la entrevista con la condición de no revelar datos que comprometan la seguridad de sus compañeros y no dar “demasiados detalles” que puedan revelar informaciones que conoce gracias a su trabajo. Insiste en esa expresión habitualme
nte “mi trabajo”. Está orgulloso de la labor que las tropas españolas han hecho en Afganistán (y en otras partes del Globo) y se le nota.

Un soldado observa el terreno desde un punto elevado
Ministerio de Defensa
De manera lógica y puede que para evitar problemas con los mandos o por humildad (o puede que una mezcla de ambas), pide que obviemos su identidad y los detalles que puedan identificarlo. Baste decir que lo que sigue es el testimonio de un joven cántabro que ha servido a España en las lejanas tierras afganas encuadrado en las tropas internacionales de seguridad allí (la ISAF).

Helicópteros de combate y transporte en una base española
Ministerio de Defensa
-¿Cómo recuerda su participación en Afganistán? ¿En qué tipo de misiones participó?
La recuerdo de forma muy especial. Como le pasaría a un arquitecto o a un pastelero, a cualquiera de ellos; les encantaría acabar su trabajo con su mejor construcción o su mejor pastel de merengue. El ir de misión a Afganistán para mí fue el poner en práctica todo lo que he entrenado y para lo que me han adiestrado durante tanto tiempo. La misión que teníamos allí las tropas españolas era de apoyo, reconstrucción y ayuda humanitaria a la gente de aquellas tierras. Simplemente, y hasta donde puedo ‘leer’, allí no estábamos para combatir. Allí, al menos mi unidad y yo, lo mismo dábamos protección a reconstrucciones de infraestructuras, como repartíamos juguetes, ropa y comida en pueblos normales, con población civil. Una cosa está clara, no obstante, no nos íbamos a dejar matar si había una agresión.

-¿Cómo cree que le ha marcado su experiencia allí?
¿A mí? [resopla] Hay muchas anécdotas que contar sobre eso [ríe]. El haber estado allí, para mí es lo máximo. Es, como militar, uno de mis sueños cumplidos. Yo me alisté en el Ejército ya hace unos añitos y por una vez me ví al otro lado de la cámara. Esa cámara que filmaba cualquiera de aquellas películas que veía cuando era un mocoso en mi casa de Santander y me transportaba a combatir… El ser militar lo llevo dentro. Y que no haya confusiones, como me ha podido pasar alguna vez, que la gente llega a pensar que el ser militar es querer matar o entrar en guerra. No nos equivoquemos: lo que me llenó de Afganistán y alguna otra misión en el extranjero, es el poder dar un cacho de pan a un niño y que me mire como si le hubiese resuelto los siguientes dos días de hambre. Eso… es lo más grande. No todo es la adrenalina de escuchar un disparo con tu nombre…


Ministerio de Defensa
-¿Y cómo se enfrenta un joven cántabro a todo eso? 
Con muchas ganas y con más ganas aún de instruirme y de sentirme útil como militar en cualquier situación para la que se me requiera. Como cántabro, orgullosísimo de ondear la bandera en tantos sitios tan lejos de aquí. Es cierto que antes de ir hay que mentalizarse de que en esa lotería que por desgracia ha tocado a algunos compañeros perdiendo la vida en tierras afganas, yendo a esas tierras, tienes más boletos para que te toque. Pero es mi trabajo. Mucha gente que me pregunta por la misión me insinúan que si voy por dinero y se equivocan: mi vida no tiene precio. 

-¿Cree que en casa se valora la labor de ustedes?
Ministerio de Defensa

¡Al menos en mi casa sí! Realmente quiero creer que sí, pero ya sabes, es este sentido si hablamos de que si toda la población española lo valora, pues… Creo que no. Pero al menos la gente que me importa, familia y amigos sí. Y con eso me sobra y me basta.

-¿Qué supone pasar del infierno del desierto afgano a las playas de El Sardinero?¿Qué pensó?¿Qué sintió?
Ese ejemplo sobre la playa de El Sardinero se lo puse no hace mucho a una amiga de Madrid que me preguntaba por alguna de las cosas que llegué a echar de menos allí. Le dije eso mismo: el olor del mar, el escuchar las olas y el meterme un buen bañazo en la Segunda. Allí sí, mucha arena, pero el agua le tenía que poner yo de mi cantimplora [ríe]. La primera impresión que tuve de Qala e Naw, el pueblo en el que estábamos desplegados, en cuanto bajé del avión fue poco esperanzadora. Un calor enorme me derritió las cejas y llegaba a la realidad, no como la instrucción que viví en Zaragoza meses antes.

-Hace un tiempo, el Instituto de Investigación de Valdecilla participó en un estudio que comprobó cómo la exposición a explosiones leves de soldados americanos en Afganistán que aparentemente no había producido daños físicos, se asocia con alteraciones difusas en la sustancia blanca cerebral que ocasionan problemas de memoria y de conducta. ¿Qué opina?
Todo lo que se haga para favorecer la salud de los presentes y futuros soldados es satisfactorio al cien por cien. Es bueno que se analicen los resultados para saber a qué atenernos y no poner nuestra salud en peligro sin necesidad. Al menos yo y la mayoría de tropas españolas desplegadas allí no deberíamos tener secuelas de este tipo. Está claro que es posible, pero en un número no muy elevado. Quizá podría aquel soldado expuesto a explosiones de gran calibre, algún IED (explosivos improvisados que utilizan los insurgentes para colocarlos en los caminos para reventar nuestros vehículos).


Soldados españoles en Kabul
Ministerio de Defensa
El tema del ruido de la fusilería, como los AK47 creo que es más complicado que te deje ‘sonado’. Disparas mil veces más haciendo instrucción en tu unidad en tierras españolas. La única secuela es que cuando escucho ahora petardos en Navidad, me pongo loquísimo [ríe].

-Desde el comienzo de las misión en Afganistán en 2002, 100 militares españoles se dejaban la vida allí. El último en 2013, el sargento David Fernández ¿qué nos puede decir al respecto?

Siento profundamente lo ocurrido y lo que le pasó estando de servicio. Que descansen en paz. Es a lo que nos arriesgamos y cuando fuimos, sabíamos que igual podíamos no volver.

100 militares españoles muertos en la misión de 13 años en Afganistán
Ministerio de Defensa


No hay comentarios:

Publicar un comentario